En su "radiografía del arrabal", como el único freudiano ortodoxo e historiador universal de su generación - con Lacan en una mano y Hegel en la otra - Abraham Muñoz B. aplica la filosofía teórica contemporánea – realismo especulativo – y la praxis psicoanalítica a los misterios culturales de Argentina y descubre los pilares psicológicos, antropológicos y lingüísticos de la compleja capital de esta nación: Buenos Aires.
Se enfoca en el estudio de la mente, centrándose en la convergencia entre lenguaje, cognición y genealogía de ideas. Su interés abarca el rol del filósofo como piedra angular de la sociedad, en el encaje entre teoría mediática y producción de conocimiento en general.
Tras estudiar Filosofía y Psicología en Tel Aviv, Muñoz volvió a España para trabajar en La Emboscadura Editorial, curando el archivo multimedial de Antonio Escohotado. Esta labor, aun en YouTube arriesgando una hagiografía auto-inducida, le permitió antropologizar las secuelas del Zeitgeist hippie-ibicenco desde una óptica paradójicamente conservadora; pero su regreso a España, su sangre, unió esta iniciación en el pasaje forestal jüngeriano con el aprendizaje de filosofía en territorio ibérico, por españoles, en castellano, por primera vez.
Impulsado por la insatisfacción con la instrucción recibida en su licenciatura, Muñoz desarrolla su teorización filosófica con alma enciclopédica en su (cripto-)escritura; aun velada por lo que achaca él a "una providencial desidia e incendios ciberespaciales". En su segundo año de carrera, se encontró con una profesora erudita, "el único docente con una visión de 360 grados de la historia de las ideas" que le reveló el mundo del psicoanálisis. Esto transformó radicalmente su pensamiento sobre el lenguaje, pasando de un enredo con las confusiones lingüísticas a hacer un giro quirúrgico de la observación hacia la función en sí del habla - como un espejismo persistente de la mismidad - que refleja la inconsciencia de los instintos de nuestra dimensión animal. El método psicoanalítico, que exige conocimientos de diversas fuentes, se alineó bien con la actitud interdisciplinaria de Muñoz. Así, continuará "aportando valor" dice él, "como lacaniano fascinado por el lenguaje, como filósofo consciente de la complejidad de la mente y como estudioso interesado en los gigantes intelectuales del pasado".